En el artículo anterior reflexionamos sobre el mecanismo de cumplimiento de la profecía; lo que hace que se cumpla. Llegando a la conclusión que las acciones decisivas de hombres claros en su designio, apalancan su cumplimiento.

Pero en esta oportunidad analizaremos que es lo que impide que cada uno de nosotros se convierta en protagonista de los designios proféticos. Sin llegar a creer que lo propuesto en este artículo corresponda a la verdad absoluta.

La profecía es un plan dictado, escrito y encriptado por las altas jerarquías del Padre Eterno contra el programa oscuro que manipulo al hombre terrestre, buscando así su restablecimiento como un Ser universal. Este plan fue protegido a través de símbolos, signos y señales, que interpretados dejan ver la profundidad e inteligencia del mensaje.

Al ser dictada en diferentes tiempos y regiones del planeta, nos indica que es un legado para todas las personas sin importar ninguna condición socio cultural. Y es en este primer aspecto donde encontramos nuestra primera debilidad; existe un desconocimiento directo del mensaje profético, pues nos hemos limitado a conocer de ella a través de un intermediario, este la interpreta de acuerdo a sus propias creencias e intereses. Quedando sujetos a otra persona u organización.

Buscarla, leerla y entenderla son los primeros pasos para familiarizarme con ella. Pero luego del estudio de los símbolos prefecticos, la interpretación, es un requerimiento indispensable para conocer el mandato profético. Pues recordemos que es un plan de guerra contra las tinieblas que debe ser protegido.

La símbolo-ciencia es el poderoso lenguaje que interpreta con facilidad nuestro espíritu, así nos comunicamos con mayor facilidad con la fuente que cifro el mensaje. Pero, a lo largo de la historia, el sistema educativo con sus códigos alfanuméricos atrofio drásticamente la capacidad natural que tenemos para comprender la comunicación semiótica. Desarrollamos más la habilidad mental razonativa, que la intuitiva espiritual. Por eso al leer las profecías nos parece un complejo lenguaje. Por lo anterior debemos destacar el trabajo realizado por el profeta Argentino Benjamín Solari Parravicini, quien comunico en símbolos gráficos y escritos el mensaje profético, ratificando que una imagen expresa con mayor facilidad un mensaje.

Pero al ser un lenguaje proveniente de la fuente de vida luz, y codificado al espíritu, La profecía se manifiesta en una dimensión y frecuencia distinta a la que habitualmente vive el hombre terrestre. Es un lenguaje que para ser comprendido, le exige al ser humano morir a la cotidianidad, a los afanes del mundo, a dejar atrás los efímeros sueños e ilusiones que impone la caduca sociedad, a elevarse más allá de las bajas y oscuras pasiones.

La profecía es una realidad invisible para el hombre que fija su atención solo en lo aparente, porque este tipo de hombre estruja más de lo necesario a su pecho, consume de forma exagerada tiempo y energía en la consecución de las cosas de la materia, busca la satisfacción de sus sentidos desbordados, endurece las dimensiones de su pensamiento y muere a los raciocinios trascendentales, se aleja del sentir elevado de su corazón. Oscura trampa diseñada por las elites mundiales para absorber no solo el tiempo sino el espíritu humano, y de esta forma dilatar la ejecución del plan diseñado para su destrucción.

El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.
Es el testimonio; acciones.

Nuestras acciones son las que le dan vida a la profecía, no podemos seguir fijando la atención y dando vida a aquello que nos destruye, pensando inocentemente que algún día alguien o algo lo destruirá. Porque aquel que ame su vida (del mundo) la perderá, pero aquel que muera a ella vivirá al designio dentro del cumplimiento.

Vivimos bajo una condición que nos desconecta de la ciencia de la profecía, nos motiva a preocuparnos por lo que la masa y sus líderes imponen, por adoptar la mezquina postura del individualismo, despreocupándonos por el bien común dentro del planeta y sus elementos. El sistema nos deshumaniza, y esto es lo que al final le sigue dando fuerza.

La profecía nos invita no a soñar con un mundo mejor, nos exhorta a crearlo, y quienes encuentren la diferencia en estas dos frases, serán los hombres y mujeres que son señalados en cada letra y renglón del plan profético universal.

Neil Barrios Ariza
Descubriendo